Me sitúo en Madrid, a principios de los años ochenta, en uno de esos barrios pobres o marginales, del sur de la ciudad. Nuestro tiempo de ocio lo pasábamos en las calles, portales y plazas de nuestro entorno, escuchando cintas de casete, en los añorados “loros” (esos radiocasetes portátiles que todos teníamos en casa y que a cada uno de la pandilla le tocaba bajar cada día), y de vez en cuando, con alguna “litrona” (botella de litro de cerveza, preferiblemente, Mahou), para crear hermandad. Eran tiempos de escuchar heavy-metal, hard-rock y los grandes clásicos (Zeppelin, Purple, Free), aunque años más tarde, dirigí mi orientación musical y quién sabe si mi camino vital al movimiento Mod madrileño y al Soul, pero esa es otra historia…
Con una de mis primeras pagas semanales, compré un
doble álbum en directo de título definitorio, “Live…in the Heart of the City”,
de unos de los grupos a los que, más o menos, siempre he tenido en estima,
Whitesnake; cerraba una de sus caras, una sobrecogedora canción con lapidario
título, “No Hay Amor en el Corazón de la Ciudad”, no hace falta deciros que,
casi cuarenta años después, me sigue emocionando. Ya con el paso de los años,
compré una reedición en cd de tan totémico disco a la que, por supuesto,
recurro de vez en cuando.
Pasaron los años y creo recordar que en 2003,
escuché una versión del mod por excelencia, mi admirado, Paul Weller, y pensé
sorprendido, “¡¡¡Cómo va a hacer Weller una cover de un tema de Whitesnake!!!
Comencé a investigar o a tirar del hilo como se dice actualmente, y descubrí
que la canción original (“Ain’t no Love in the Heart of the City”), escrita por
Michael Price y Dan Walsh, publicada en 1974, no era de “la serpiente blanca”,
sino de Bobby “Blue” Bland, es decir, unos veinte años después, un pedazo de mi
percepción musical, cambió totalmente con este increíble descubrimiento (a lo
largo de mi vida ha habido más, pero no os quiero aburrir con ello), y me lancé
a tumba abierta a descubrir quién era ese tipo que cantaba “mi canción” con un
aura, casi sobrehumana. Sí, las siguientes líneas son mi sentido homenaje a su
figura…
Robert Calvin Brooks, nace en un pequeño núcleo
rural de Tennessee en 1930, en un ambiente lleno de pobreza y miseria que su
padre abandona poco después de su nacimiento y que sume, más si cabe, a la
familia en un pozo del que no ven salida posible, necesitando ayuda de la
iglesia local para poder comer, y en la que el pequeño Bobby pasa bastante
tiempo atraído por la música espiritual. Pasan tiempos miserables que le
obligan a dejar la escuela para comenzar a trabajar en los campos de algodón
por lo que nunca llegó a graduarse y esa losa de no haber podido aprender como
los demás niños de su edad, siempre le perseguirá; la máxima preocupación de su
infancia era no llevar los zapatos rotos o no tener el estómago siempre vacío. Poco
a poco, va siendo consciente de que tiene un don en su voz y que tiene que
aprovechar ese talento para, quizás, poder llegar a ser alguien en la vida; a
los doce años, deja un poco de lado el góspel y descubre el blues a través de
las canciones de Blind Lemon Jefferson, y también el country. Adquiere el
nombre de “Bland” de su padrastro (Leroy Bland).
En 1947, se muda a Memphis junto con su madre para
intentar llevar una existencia más digna. En la ciudad, pronto toma contacto
con el incipiente R&B que están definiendo músicos como Sonny Boy
Williamson y B.B. King, y consigue formar su primer grupo en esos primeros
meses en la gran urbe, The Miniatures; con ellos, actúa, sobre todo en fiestas
escolares llevando a su terreno los hits del momento.
Recién cumplidos los dieciséis (lleva aproximadamente un año en la ciudad), conoce personalmente a King, convirtiéndose, pese a lo repentino, en su asistente y poco después, en su guitarrista. También actúa con otro gran hombre de blues de esa época, Rosco Gordon y se inicia una actividad frenética en estos primeros pasos en la ciudad de la música que le permiten también ofrecer shows con The Beele Streeters, con un nombre que será esencial en sus filas, Johnny Ace, y grabar su primera canción, “Crying All Night Long” (un arrastrado blues en el que sobresale, su prodigiosa garganta), para el sello, Modern, con el inefable, por decirle algo bonito, Ike Turner en el piano. Comienza a transformarse en una persona segura gracias al talento que está explotando en estos momentos y crece personalmente en todos los sentidos al ser capaz de escribir canciones que le hacen olvidar el triste lugar del que proviene y poder superar su iniciales limitaciones.
Tras cumplir con las obligaciones patrióticas en el
ejército, es captado por el promotor, Don Robey, de la discográfica Duke, en
1954, que le ofrece su primera gran oportunidad al incorporarle al espectáculo
itinerante, Blues Consolidated, como ayudante y chófer de Junior Parker, para
tiempo después, ocupar el puesto de cantante suplente. Una curiosidad un tanto triste: como Bland era
analfabeto, no puedo leer el contrato que le comprometía con la discográfica,
ni tampoco firmarlo, aunque Don le ayudó a hacerlo; el abuso a los músicos era
habitual en la época, y además aprovechando las circunstancias educativas de
nuestro protagonista, el compromiso le otorgaba un beneficio por disco vendido
de medio centavo, en vez de dos como estaba estipulado. Cuántas injusticias se
cometieron en estos primeros años de desarrollo musical, sobre todo entre la
población negra…
En 1957, publica uno de los temas capitales de la historia de la música negra, “Farther Up the Road”, escrita por el propio Robey y Joe Medwick Veasey, y que supone la transición del blues primigenio al blues rock de los sesenta; va directo al puesto uno en listas R&B y al cuarenta y tres en Billboard Hot 100. A partir de aquí, encadena una batería de hits del naciente r&b, encabezados por “Little Boy Blue” (1958); también graba un excelente álbum con Junior Parker ese mismo año, “Blues Consolidated”. A principios de los sesenta, sigue lanzando glorias para el oído del calibre de “Cry Cry Cry”, “Lead Me On”, “Don’t Cry No More” “I Pity the Fool” (número uno en 1961) o el fantástico, “Turn On Your Love Light”, adaptado por muchas bandas desde entonces. Todas ellas entraron en el Top Ten, grandes e inmortales himnos del género caracterizados por su pasión interpretativa (reflejo de su influencia góspel), y convertidos en arrolladores blues, dramáticas baladas amorosas, eclesiásticas melodías casi evangélicas y potentísimos ataques de ritmo y blues. Su último primer puesto le llega en 1963 con el maravilloso, y una de sus cumbres artísticas, “That’s the Way Love Is”, y aunque sigue editando éxitos para las listas hasta aproximadamente la mitad de la década, su puesto más alto es en 1964 con otra delicia que alcanza el puesto veinte, “Ain’t Nothing You Can Do”, transformada en un trepidante artefacto rítmico por Van Morrison años más tarde. En total, tuvo veintitrés canciones convertidas en éxito entre el Top Ten de Billboard.
Aunque parecía que, como os comentaba antes, toda
infancia pasada en la miseria la había conseguido superar con su vocación de
cantante, nada más lejos de la realidad ya que seguía teniendo presente todo
esos primeros años de pobreza y eran frecuentes los ataques de ansiedad y los
períodos de depresión que mitigaba con el alcohol del que se hizo dependiente.
Además, había que añadir los problemas financieros que sufría por esa época y
que le obligan a desprenderse de la banda que le acompañaba en directo porque
no podía asumir sus salarios.
En 1971, consigue dejar la bebida y un atisbo de luz
comienza a aparecer en el horizonte. Su discográfica es absorbida por ABC
Records, lo que le proporciona la grabación de varios álbumes de blues y soul,
aclamados por público y crítica, en los estudios de la compañía en Los Angeles
y con una nómina de músicos de sesión de campeonato: álbumes incuestionables
como “His California Album” (1973), “Dreamer” al año siguiente con esa emotiva
canción de la que os hablaba al principio, “Get On Down” (1975) o “Reflections
in Blue” de 1977; por cierto, el primer single de “California Album”, el
impepinable, “This Tine I’m Gone fir Good”, le lleva de regreso al Top 50 de
listas pop y alcanza el número diez en R&B, desde 1964 no había vuelto a
alcanzar los charts, y a finales del año siguiente (1974), pudo subir más
peldaños incluso, situando “I Wouldn’t Treat a Dog”, entre los tres primeros
lugares de la lista r&b, no así en las pop, que llegó al ochenta y ocho, lo
que quiere decir que su público, claramente no estaba entre los consumidores de
música popular. Durante los últimos años de la década, sus discos dan un bajón
importante al querer adaptarse a los recientes sonidos “disco” que imperaban en
el mercado y que sólo le proporcionaron decepción.
En 1980, consigue una vuelta a sus raíces con el trabajo tributo a su mentor, Joe Scott, “Sweet Vibrations”, producido por Monk Higgins y Al Bell, pero no consigue salir de su círculo vicioso de seguidores a pesar de la inmensa calidad obtenida. Durante estos años, son habituales las colaboraciones con su viejo amigo, B.B. King, tanto en directo, como en el estudio de grabación. En 1985, firma contrato con la compañía especializada en southern soul, Malaco y nos ofrece una espectacular colección de canciones bajo el nombre de “Members Only”, y con el sencillo homónimo vuelve de nuevo a los charts, pero con puestos que nada tienen que ver con lo logrado hasta ese momento; completan el disco, una arrebatadora cover de “In the Ghetto” de Presley y joyas de puro soul sureño como “Straight from the Shoulder”, “Sweet Surrender” o la deliciosa, “I Need Your Love So Bad”, en definitiva, un disco mayúsculo que supone su canto de cisne.
En 1992, es incluido en el Rock and Roll Hall of
Fame, y en los años posteriores continúa ocasionalmente girando por pequeños
clubes y acompañando, como invitado especial, a Van Morrison en varios shows y
también es reconocido por infinidad de artistas, empezando por el propio “León
de Belfast”, uno de sus primeros seguidores y que versionaba en sus inicios con
el grupo Them, llegando a incluir un dueto inédito con Bland de la inmortal,
“Tupelo Honey”, en 2007 o Mick Hucknall, vocalista de Simly Red, que lanza al
año siguiente, “Tribute to Bobby”, con canciones asociadas al artista; el álbum
llega al puesto dieciocho en los charts británicos.
Continúa actuando hasta poco antes de su muerte, el
25 de junio de 2013, en su domicilio de Germantowm, un suburbio de Memphis,
tras una larga y crónica enfermedad, tenía ochenta y tres años. Un desgraciada
vida que supo paliar con su talento innato y que nos dejó como legado un
impresionante catálogo de música para el Alma.
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